repertorio


noviembre 02, 2010

la viudez

Señora:

La verdad es que mi accionar siempre fue bastante opuesto a lo “metódico”. Frente a determinadas circunstancias he reaccionado en tiempo y modo diverso: en ocasiones con una rapidez que hasta a mí me asombraba… en otras pesadamente, tal vez para darle lugar a la reflexión o por no tener nada excepto silencio dentro.

Este fue uno de esos segundos casos. Sólo me inundó el silencio. Un silencio que reclamaba conocimiento, un silencio que incorporaba el dolor de alrededor como propio, un silencio pesado, sin tinta, sin aire… desolado y sin antecedentes.

Algo sí martillaba ese silencio de manera continua… la viudez. Porque una ha estado protestando por todo siempre, aún, dentro de la propia ignorancia, por lo que estaba fenómeno. Y sigo hablando de la viudez. No de la patria, ni de la política, ni siquiera del dolor del pueblo. Hablo como mujer que ama, atónita ante esta entidad que cuando se presenta nunca tiene buena cara. Y pienso en esos dolores individuales frente a las muertes individuales y tengo un momento de desesperación… ¿adónde, de qué manera, ante quién se pone la viudez?

Prefiero irme antes, por no pasar por ese infierno… pero tampoco deseo para mi otro el dolor… ¡qué batalla!

Siento pena, Señora. Una pena inútil por el momento porque no me genera ninguna acción a futuro. Por ahora es eso, el duelo, la pesadez del dolor que se sabe irreparable, por donde ni siquiera asomó la punta verde de la nariz de la esperanza.

La veo en la obligación de retornar a la arena, y admiro ese valor. Porque, es cierto, somos muchos los que queremos verla como si la viudez le sumara la identidad de su otra mitad, en lugar de habérsela arrebatado tan miserablemente.

La veo aún sin haberla visto, en su interior cascoteado por la muerte, y me nace a mí también mandarle por correo algo de vida, algo de ese amor que ahora le llega desde otro sitio.

Señora, si pudiera le daría un abrazo real, le diría que me aterra la sola idea de quedarme sin mi marido, y que no sé si la entiendo, pero que siento su dolor, lo siento. Acá, fuerte, detrás de lentes, cámaras de televisión, hojas de diarios, tinta, aire y silencio.

Deseo que el universo la llene de amor proveniente de todas las direcciones. No será como estar nuevamente abrazada al compañero… no será igual, seguramente. Pero tal vez, y es sólo un deseo, o una sospecha, la ñata de la esperanza podría aparecer y ponerle una gotita de verde al negro profundo de estos días.

Respetuosamente

Claudia Bonoris de Rios

Bs.as. 1º de noviembre de 2010