A veces sueño que tengo un perro.
Con la edad dividida en siete.
Empero, mal escrito y peor soñado, el perro tiene ese calor necesario, esa mirada sapiente y curativa.
A veces sueño que el perro es la vigilia. Delira y retoza, no avanza.
Y entre las cintas negras de la pereza y los recuerdos resecos de tanto tiempo, aún tiene aliento y humedad en sus ojos.
El dolor no le ha cambiado el pelaje; ni la falta de descanso, el entusiasmo.
Entiérrenme bajo el perro.
Os lo ruego.
claudia bonoris - buenos aires - 11.jun.2014