repertorio


abril 24, 2009

Waqcha noqa

Tenía 94 años y padecía problemas de salud a causa del Mal de Chagas. Recientemente fue tratado por problemas cardiológicos, pero luego su cuadro se complicó a raíz de una fuerte neumonía. Fue el máximo difusor del quichua en el país. Su violín está siendo adorado por sus ojos expertos y las grietas del tiempo que le marcaron los años de vida en su piel, atrás de sus lentes, su bigote de peluquero de entrecasa o Solis y Belgrano y su mueca contenta como hijo agradecido por su nuevo año de vida, el número 94; no camina porque la edad no se lo permite pero hay felicidad en el seno del alma porque la familia fiel no solo lo trata como el padre, el abuelo o el Tata, sino como un emblema de la música tradicional argentina. En la soledad del monte entre majadas y sueños andaba con la mirada en el cielo sin conocer su destino futuro pero sí, su regreso al humilde rancho, siguiendo al sol que le indicaba el tiempo de volver antes que la luna iluminase sólo las huellas de tierra en el camino bordeado por los yuyos y pencas perdidos en la inmensidad del campo. El viento seco en su cielo de Barrancas, en el departamento Salavina, traía la frescura en la aridez quichua de todos los días desde su nacimiento, el 31 marzo de 1915. En sus espaldas la estrella dorada le sobrecargaba el dolor de su idioma, propio de sus ancestros pero olvidado por imposición de la jerarquía del país porque era una vergüenza obligada a ser sustituída por el castellano. Además, en su seno inquieto, cargaba con la pena de esconder entre su familia su obra de arte, una de las más preciadas para la historia del folklore argentino, su violín creado con sus manos con viejas maderas y un facón compañero. Pero ese miedo, entendió la charla con el tiempo y se convirtió en orgullo, en la sonrisa de humildad de las tardes de talento mientras la pavita gris se calentaba sobre el brasero oxidado con el calor de las ramas secas. La bendición del autodidacta crecería junto al deseo de mantener viva la llama de los abuelos que le enseñaron a sus padres un habla único en su tierra, hijo de las letras de las chacareras ancestrales por eso, con la experiencia de conocer cada rincón de su tierra, de sus montes, de sus animales caminaría junto a su violín para cumplir la misión, no de llegar a la fama, sino de defender la vida de su cultura. Conjuntos como “Corazón de madera” y “Sixto Palavecino y sus hijos” fueron peldaños que lo transformaron en un grande sin quererlo; fiel a su ideal, andando tras el objetivo primordial de salvar el alma de un idioma en extinción, solicitó en 1969 a la radio L.V. 11 de Santiago del Estero una audición solamente en quichua, antecesor al famoso trabajo radial “Alero Quichua Santiagueño” de 1978 que tenía como lema "Ama Sua, Ama Llulla, Ama Ckella" (Ni ladrón, Ni mentiroso, Ni holgazán), junto a figuras y estudiosos del ambiente como Felipe Corpos y Domingo Bravo, entre otros. El niño, con alma de violín montaraz – en quichua: Sachero- trasmitió a sus seguidores la pena del crespín, el lamento del Kakuy, las historias del Ñan-arcaj, las shishis añaperas, el cuidado de los cabreros, las leyendas santiagueñas, las costumbres y el dolor del campo, las historias ñaupas de los manseros y habitantes de su entorno, el misterio de la Salamanca, la malicia del Supay y la noche misteriosa del monte, todas ellas ,como su compañeros del ambiente nativo, ganaron la composición y la poesía de su instrumento. Su historia lo define, por lo tanto, en un creador de un método de estudio inexistente en el arte del violín, una técnica no especificada pero única, con notas largas con el arco y las cerdas, segundeando la voz, con un sonido inimitable, dulce y vulgar para los libros de expertos violinistas. Su aporte a la cultura tuvo su merecido homenaje en 1997 por parte de la Presidencia de la Nación Argentina pero el reconocimiento más destacable, además de su tierra, su idioma y familia, fue el libro novelado “El violín de Dios” (1993), de Lisandro Amarilla, utilizado como material de estudio en la Universidad de La Sorbona en París. Jorge Daniel Gonzalez http://www.folkloreclub.com.ar/nota.asp?idnota=826

2 comentarios:

La suerte. dijo...

Gracias, Sombra! te retribuyo el saludo y ya mismo voy a visitar tu blog para conocerlo. Paz.

Anónimo dijo...

hello... hapi blogging... have a nice day! just visiting here....